Supongo que han captado el mensaje: ‘controlar los precios’: es un deseo, una meta: subimos los tipos para que los precios no signa subiendo, lo dice el manual: aún podemos aplicar el manual. Lo que sucede es que esta subida de tipos va a influir muy poco en lo que realmente está causando la inflación: la escasez de recursos.
Quienes deciden esas cosas han decido que, de momento, hay que continuar con el mensaje de que ‘los fundamentos de la economía europea son sólidos’, pues vale, pero pienso que es un error: ya se debería estar informando a la población de lo que se nos viene encima, pero, bueno: OK; pero que nadie piense que, como dice el Gobierno del reino, para el 2010 la economía española recuperará su ritmo de crecimiento potencial. Ahora toca jugar a no decir verdades, pues, vale.
Se dice que una de las razones por las que los tipos fueron incrementados el pasado día 3 fue para que la brecha (en este caso suena mejor que ‘diferencia’, ¿no creen?) entre el tipo básico y el Euribor no fuese tan acusada. Y yo me pregunto, y en el fondo, fondo, ¿que importa en la precrisis en la que nos hallamos cuál sea la diferencia entre los tipos y el Euribor?. Dentro de unos días volveremos a hablar de esto, pero avancemos un poco: hoy el Euribor, ¿qué incidencia real tiene en que a una familia le concedan una hipoteca, o no se la concedan?.
Hoy (todavía), el Euribor, lo que está midiendo es la desconfianza que las entidades financieras se tienen entre si. Del mismo modo que antes te concedían un crédito sin haberlo solicitado, te daban un crédito sin haberlo pedido, de la misma forma que una entidad financiera conseguía tres porrones de financiación sin casi pedirlo (‘Oye, por cierto, necesitaria …’, ‘Hombre, claro, ¡no tienes ni que pedirlo’), hoy ni la madre de quien sea obtiene un crédito (lo último que me han contado: pedir (una entidad financiera, no un chiringuito de playa) a un solicitante de un crédito un triaval, es decir, que el mismo importe fuese avalado por tres avalistas), básicamente porque las entidades financieras no financian ni a su madre.
También dentro de unos días les contaré sobre lo que va a pasar en la crisis, y más allá (de hecho, la crisis, ¡ya se está empezando a descontar!: ¿a qué decir eso es fuerte?, pero les adelanto.
Los últimos cuarenta años han sido un continuo ‘ir a más’, con cuatro recesioncillas, vale, pero tonterietas que hubieran hecho partirse de risa a Mr. John Pierpont Morgan, excepto una la del 73, pero por las implicaciones que iba a tener. En este ir a más, en los últimos años, fundamentalmente desde el 2003, se ha llegado a cotas simplemente incalificables, por ejemplo, lo que me contaron ayer.
Una pareja con sendos contratos laborales indefinidos de 40 horas semanales solicitó a una entidad financiera seria y cabal, en la cúspide del paroxismo crediticio: en el 2004, un crédito hipotecario y la financiación de un automóvil, y, evidentemente, se los concedieron. Las cuotas mensuales han ido aumentando, los precios de las cosas subiendo, y los Veranos llegando, y en los Veranos se han de hacer vacaciones en las que las familias han realizar viajes para comentar con los vecinos, pero hasta en los años de paroxismo las vacas tenían un límite. Pues bien, esa entidad financiera seria y cabal dio una salida a esa familia para que pudiera disfrutar de sus vacaciones: dejar de pagar las cuotas de Julio y Agosto de los créditos, y trasladarlas al final de la vida de los mismos, solución que a esa familia le pareció muy bien y que, evidentemente, está aplicando.
Supongo que la razón última por la que esa entidad financiera ofreció esa solución a esa familia y esa familia la aceptó fue porque ‘los fundamentos de la economía europea son (eran: si lo son, lo eran, ¿no?) sólidos. Bien, admitamos que si: ‘¿Sí?’, exclamarán Uds., ‘Con lo que lleva dicho, ¿está admitiendo que los fundamentos eran sólidos?’; déjenme acabar: admitamos que los fundamentos eran sólidos … teniendo en cuenta como se habían estado haciendo las cosas en los últimos cuarenta años: orientadas hacia el ‘ir a más’, como fuese, del modo que fuese, pero ‘yendo a más’, siempre, por encima de todo. Eso se acabó, ya, no volverá: nunca, jamás; ya estamos cambiando el chip, quienes cambian los chips ya está manipulando los mecanismos para cambiarlos: el momento será a mediados del 2010.
M. Trichet sube los tipos, aún puede pregonarse que la inflación es lo más importante, pero ésta va a ser la última vez; la proyección de la película continúa, pero ya estamos en la última sesión: the last picture show.
(El pasado Lunes el Señor Ministro de Economía en el Parlamento: patético: el Gobierno de España ya ha perdido el rumbo, el principal partido de la oposición critica hasta las consecuencias de lo que ellos permitieron cuando gobernaban, la oposición simpática dice que nadie vio lo que se venía encima: falso: algunos sí lo vimos, pero entonces el mensaje que era conveniente dar era otro. El Sr. Solbes no dice toda la verdad: cierto es que las cosas afuera están mal y eso nos influye, pero como aquí están fatal, eso realimenta, aquí, la situación; conclusión: la española será una de las economías que más va a padecer los efectos de la crisis del 2010.
La crisis del 2010, sí, Sr. Solbes; será en el 2010 cuando las cosas se van a poner verdaderamente mal, rematadamente mal. ¿La inflación?, ese será uno de nuestros menores problemas en lo que queda de año, y en el siguiente: hace unos días, un directivo de una entidad financiera española casi en mi oído: a la vuelta de vacaciones, en Septiembre, mucha gente se va a encontrar con la empresa cerrada, ¡y aún no estamos en Noviembre!.
Vino a decir el Señor Ministro de Economía que se ha instalado en la población un componente psicológico que le incita a no consumir; pregunta: ¿consumiría mucho él con una renta de 1.200 euros mensuales y una hipoteca ante las expectativas que se dibujan en el horizonte?.
Muy, muy, muy mal deben estar las cosas para que un ministro de Economía haga un llamamiento al ‘optimismo’; requetemal, sí).
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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