Ya les adelanto que lo que sigue les va a sorprender. Va de pasta empleada en ayudas, estímulos, apoyos, inyecciones, pero debajo de toda esa pasta subyace una pregunta: ¿para qué se conceden esas ayudas, se dan esos estímulos, se brindan esos apoyos, se realizan esas inyecciones?. ¿Para qué en esos subsectores?, ¿para que la economía aguante un día más?, ¿para que sienta un menor dolor?, ¿o para curar a esos subsectores de modo que la economía en su conjunto se reactive?.
El Gobierno del reino ha dicho que el déficit del Estado va a continuar subiendo: se da por supuesto que se va a tardar en volver al superávit. España ha tenido superávit: durante varios años, OK, pero, ¿de qué forma lo ha tenido?. España ha sido, y es, uno de los países europeos con un menor gasto social, las listas de espera para intervenciones quirúrgicas en los hospitales públicos son antológicas, el fracaso escolar español es de record, los problemas en las comunicaciones ferroviarias de impresión, el acceso a la tecnología en los centros educativos exageradamente reducido. Así ha sido, en gran parte, como España ha conseguido su superávit presupuestario, y eso ha sucedido cuando ‘España ha ido bien’ y cuando ‘España ha ido más que bien’. (¿Habrá tenido ese superávit algo que ver en que España tenga la tasa de fracaso escolar en ESO más elevada de Europa?).
Pienso que no es de recibo que conociendo de qué forma España ha obtenido ese superávit, el Señor Carlos Ocaña, Secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos diga, refiriéndose a ese superávit y haciendo mención al mayor gasto que se espera, que “España puede permitírselo porque estuvo ahorrando en los años anteriores” (El País 19.11.2008, Pág. 24). Puede permitirse, ¿qué?, ¿meter un poco de pasta en una empresa que ya está cerrada -y en un subsector que ya está muerto- para que 10.000 trabajadores de esa empresa no colapsen la Diagonal de Barcelona o la Castellana de Madrid?; ¿qué más puede permitirse?, ¿sostener durante un par de meses a una empresa cuyos problemas pueden generar un ‘riesgo sistémico’ (¡me encanta ese concepto!), pero dejar caer a un enanito de cuya caída no se entera ni el Tato?.
¿Para qué todo eso?, ¿para qué?. Y, es curioso, los jóvenes lo tienen mucho más claro: mis alumnas y mis alumnos: 20 – 22 años. Si una actividad ya está muerta, si una empresa ya está quebrada, ¿para que seguir metiendo pasta en ella?, ¿para qué mantenerla viva un día más?: démosle el tiro de gracia ya y utilicemos esos recursos en algo que tenga posibilidades. ¿Qué sentido tiene aguantar hasta mañana?, dicen, y razonan: llegará ‘un mañana’ del que no podrá pasarse, luego … No entro a valorar sus razonamientos, pero, no me negarán que se hallan a otro nivel: pertenecen a otra lógica completamente diferente. Son jóvenes, hoy, y su poder decisorio es muy limitado, pero serán los dirigentes de mañana. No sé, lanzo la idea: alguien debería de escucharles, enterarse de lo que piensan, de cómo piensan ¿no?.
Dirán que eso es establecer prioridades, y no, eso es cuestionarse la filosofía de funcionamiento, establecer prioridades es lo que ha hecho el Gobierno de Italia, o en lo que ahora está metido Henry Paulson. (Lo de este hombre tiene bemoles: sabe que le van a echar, y sigue diciendo cosas: puede que sea por eso). Bueno, a lo que iba. En su día Mr. Paulson dijo lo que tocaba: sistema financiero, sí; subsector del automóvil, no. A las entidades financieras hay que darles pasta porque si la rueda del crédito se detiene se crea un follón sistémico de bigotes; sin embargo, los problemas de las automovilísticas son un tema de estímulo económico: el destino de esos 0,7 billones no es arreglar los problemas de la venta de coches. Luego, cuando las Tres Grandes dijeron que si no les daban pasta cerraban y tres millones de trabajadoras/es se iban a la calle, les van a soltar pempis.
De nuevo: no entro a valorarlo: simplemente lo expongo como muestra del nuevo perfil que está adoptando la toma de decisiones: no hay recursos para todo ni para todos, luego, hay que escoger, y, de entrada, se escoge, aunque de momento, es de momento: luego se cambia: durante unas semanas: tapar el agujero.
Pero es que el agujero es cada vez mayor, más profundo. General Motors y Chrysler necesitan quince miles de millones de dólares para … ¡llegar al mes que viene! (http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087&sid=aRlzNzEm1UlE&refer=home). Se los darán: hay que llegar a Enero como sea; después, ya veremos. Las dos ya han presentado sus ¿planes de viabilidad? (al de General Motors pueden acceder desde aquí: http://media.gm.com/servlet/GatewayServlet?target=http://image.emerald.gm.com/gmnews/viewmonthlyreleasedetail.do?domain=74&docid=50755). Mucho ojo: son planes de supervivencia: GM está dispuesta a prescindir del 30% de su mano de obra. ¡Brutal!.
Volvemos al ‘de momento’. De momento, ¿quiénes escogen?: políticos cuya silla depende de que les voten. No nos estamos dando cuenta y estamos asistiendo a los antecedentes del inicio del gobierno de los técnicos. Nos podrá gustar, o no, pero Henry Paulson es un técnico; cierto, cierto, luego se ha modificado lo dicho, pero ahí queda. Paulson es un técnico, al igual que esos personajes que se fueron y que regresan: Robert Rubin y Larry Summers.
Que lejos quedan aquellas palabras del presidente Eisenhower: “Lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para General Motors y lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos”, ¿verdad?; ¡y como cambian las cosas!.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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