Una primera aproximación simplista al asunto nos revela que, para que algo pueda ser usado como “dinero”, debe reunir, al menos, los tres siguientes requisitos:
- Debe ser intercambiable: El dinero es usado como un intermediario en el comercio para evitar las ineficiencias de un sistema de trueque. Cuando un bien es requerido con el solo propósito de usarlo para ser intercambiado por otras cosas, posee esta propiedad. Por ejemplo, pocas personas conservan billetes para colección. En cambio, la mayoría de las personas los conservan por la posibilidad de intercambiarlos cuando lo deseen por otros bienes.
- Debe ser una unidad contable: Cuando el valor de un bien es utilizado con frecuencia para medir y comparar el valor de otros bienes o cuando su valor es utilizado para denominar deudas, se dice que el bien posee esta propiedad. Por ejemplo, si gente de una cultura se inclina por medir el valor de las cosas en referencia a las cabras, las cabras serían la principal unidad contable. Un caballo podría costar 10 cabras y una cabaña unas 45 cabras.
- Debe ser un conservador de valor: Cuando un bien es adquirido con el objetivo de conservar el valor comercial para futuro intercambio, entonces se dice que es utilizado como un conservador de valor. En el caso anterior, una cabra tendría un problema a la hora de servir como dinero, y es que es un bien perecedero, dado que la cabra con el tiempo muere. Otros materiales, como el oro y la plata, conservan su valor a pesar del paso del tiempo. Es un medio de acumulación o atesoramiento. El dinero, como representante de la riqueza, tiene el poder de comprar cualquier mercancía y se puede guardar en cualquier cantidad. En otras palabras, la función de atesoramiento solo puede realizarla el dinero de pleno valor: monedas y lingotes de oro, piedras preciosas, objetos de oro, etc. El bien escogido como medio de acumulación debe ser siempre algo que pueda guardarse durante largos periodos sin que se deteriore o se pierda.
Como se deduce de lo anterior no es de extrañar que, a lo largo de la historia de la humanidad, hayan sido el oro y la plata las materias primas más usadas como dinero y por eso, cuando que yo era pequeño, los billetes de papel moneda del Banco de España llevaban una mención que decía solemnemente: “El Banco de España pagará al portador la cantidad de 100 pesetas”; lo que todos suponíamos que quería decir que, si uno iba al Banco de España, allí estaban depositados el oro y plata necesarios para canjear nuestro billete de 100 pesetas.
Sin embargo esto no era así, porque, al finalizar la a Segunda Guerra Mundial los aliados establecieron un nuevo sistema financiero en los acuerdos de Bretton Woods, en los cuales se establecía que todas las divisas serían convertibles en dólares estadounidenses y sólo el dólar estadounidense sería convertible en lingotes de oro a razón de 35 dólares por onza para los gobiernos extranjeros.
Sin embargo éste sistema era sólamente una parodia grotesca de lo que era, o debía haber sido, el patrón oro según el cual cada divisa -ya fuese el dolar, la libra esterlina el franco o la peseta- no eran otra cosa que una cierta unidad de peso en oro. De ahí que el dólar se definiese como (apróximadamente) “una vigésima parte de una onza de oro”, o la libra esterlina se definiese como “un cuarto de onza de oro”.
Dado que todas las monedas representaban en realidad una cierta cantidad de oro, todo el papel moneda podía ser recuperado por el emisor entregando su contravalor en oro. La tentación de emitir papel moneda sin el debido respaldo en oro daba lugar a que los precios subiesen y a que se viese perjudicado el comercio internacional por lo que, antes o después, el estado emisor debía corregir el desajuste.
Los acuerdos de Bretton Woods, en cambio, tras fijar el valor del dólar como una treintaycincoava parte de una onza de oro, determinaron además que tan sólo los gobiernos extranjeros y los bancos centrales podían reclamar la entrega del oro representado por los dólares acuñados. Incluso a los propios ciudadanos estadounidenses se les prohibió tener oro por encima de pequeñas cantidades destinadas a joyas y otros objetos de los que el oro era materia prima.Todas las demás monedas del mundo dejaron de referenciarse al oro y, a partir de Bretton Woods, se referenciaron al dólar mismo.
Todo pareció funcionar bien durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta. Los Estados Unidos incluso podían emitir más papel moneda sin experimentar mas que ligeras alzas de precios pero, como señalaron sobre todo los economistas de la Escuela Austriaca encabezados por Mises el sistema estaba viciado, un dólar ya no representaba 1/35 de una onza de oro y el sistema, predijeron, pronto se vendría abajo.
Y así fue. En 1971, las políticas fiscales expansivas de los EE.UU., motivadas fundamentalmente por el gasto bélico de Vietnam, provocaron la abundancia de dólares, lo que planteó dudas acerca de su convertibilidad en oro. Esto provocó que los bancos centrales europeos intentaran convertir sus reservas de dólares en oro, creando una situación insostenible para los EE.UU. que no poseían oro suficiente para hacer frente a las demandas. Ante ello, en diciembre de 1971, el presidente de EE.UU., Richard Nixon, suspendió unilateralmente la convertibilidad del dólar en oro y devaluó el dólar un 10%. En 1973, el dólar se volvió a devaluar otro 10 %, hasta que, finalmente, se terminó con la convertibilidad del dólar en oro.
Desde 1973 hasta nuestros días, el dinero que hoy usamos tiene un valor que está en la creencia subjetiva de que será aceptado por los demás habitantes de un país, o zona económica, como forma de intercambio y; sin embargo, lo más alucinante de todo esto es que ése dinero es sistemáticamente INVENTADO por los bancos a través de un sistema que, si no fuese porque está legalmente autorizado, una persona de la calle no podría llamar de otra manera que “estafa”.
El sistema a través del cual se “inventa” el dinero que hoy usamos es el denominado sistema de reserva fraccional.
El mecanismo es el que sigue: Las leyes no obligan a los bancos a conservar todo el dinero depositado en ellos sino que, por el contrario, tan sólo les obligan a conservar una determinada proporción del mismo que, en Estados Unidos, por ejemplo, es del 10% y en la zona euro de un aluinante 2%. A éste porcentaje de dinero que los bancos han de guardar se le llama “coeficiente de caja“.
Si desean saber cuales son los “coeficientes de caja” de diversos países pueden consultar aquí y, si aún no creen que el coeficiente de caja en la zona euro es del 2% sólamente pueden comprobarlo en la web del Banco Central Europeo.
Pues bien, gracias a éste “coeficiente de caja” resulta que un banco, una vez dispone de 2 euros reales en sus arcas, puede prestar hasta ¡¡98!! euros ficticios a los particulares, 98 euros que, dado que iran a parar a otras cuentas, permitirán nuevas emisiones de dinero ficticio.
Ya sé que parece increíble, ya lo sé, por eso, para relajarse, quizá lo mejor sea que vean éste video que, de forma amena y sencilla, lo explica muy bien.
Para un jurista lo más llamativo del asunto es, no sólo el hecho de que el dinero sea creado de la nada, sino que, para ello se juegue con la confusión entre dos contratos cuya naturaleza jurídica es muy distinta: el depósito y el mutuo. Pero de ello seguiremos hablando otro día; por hoy me basta haber aprendido que la mejor definición de dinero es la que señala que:
“Dinero no es más que aquello el gobierno dice que es dinero”
Fuente: José Muelas
1 comentario:
Al hilo del post te recomiendo también la peli:
"Concursante"
http://www.filmax.com/fichas/1968.htm
Y un par de blogs que hablan sobre ella:
http://utopicosincomplejos.wordpress.com/2008/11/07/aclarando-las-cosas/
http://alvrosda.blogspot.com/2008/10/ms-economia.html
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