17 de noviembre de 2008

Evolución (15 N)

Hace un par de días, tras leer un artículo que abordaba (justificaba) que la ‘recuperación’ (las comillas son mías) llegará a lo largo del 2010 (un artículo más de las docenas que en las últimas semanas sobre el tema se han publicado y a las que ha venido a sumarse el último informe de la OCDE), me recliné en la silla en la que estaba sentado, miré al techo, y me pregunté cual podía ser el motivo de que la inmensa mayoría de expertos digan eso: que para el 2010, todo solucionado o en vías de solución. Tras meditar largamente sobre el asunto, finalmente llegué a la siguiente conclusión.

Descartando la posibilidad de que oscuros intereses obliguen a esa mayoría de expertos a mentir y a falsear sus conclusiones a fin de que el hombre de la calle crea lo que no es; no considerando tampoco que son los políticos los que de forma planificada tergiversan y falsean los datos aportados por los expertos, pienso que, con la mayor profesionalidad del mundo, en la mayoría de los cálculos que se están realizando para parametrizar la evolución de los macroagregados a lo largo de los próximos años se está partiendo de dos supuestos: 1) que lo que viene -que ya se reconoce que va a ser malo- va a tener un comportamiento semejante a los períodos malos habidos en el pasado, y 2) en parte por lo anterior, no se contempla la posibilidad de que las cosas puedan ir, no a peor, sino verdaderamente a peor: a requetepeor.

Lo primero supone suponer que lo que va a pasar ya ha pasado: ‘conocemos las cosas malas que sucedieron en el año XXXX y podemos tomar decisiones basadas en aquello’, modulando su dinámica, claro; el ejemplo: 1991(en el reino el 93): todo lo que está sucediendo se compara con aquello, y las medidas que se eligen van en la misma dirección. En el 91 fue el crédito personal; hoy, agotada esa vía, se piensa en el gasto público. Debido a lo segundo no se contempla la posibilidad de que ocurran ‘sucesos perturbadores’: desastres que, por ejemplo, imposibiliten el acceso a un yacimiento energético, o una mayor restricción en el consumo personal a la esperada debido a una percepción más negativa del entorno económico por una mayoría de la población.

Introduciendo esos supuestos en las previsiones, las cosas cambian radicalmente. Las cosas no van a tender hacia la mejora para remontar tras un estancamiento de un par de trimestres, al contrario, pienso que esos dos o tres trimestres se van a convertir en seis o siete, y que la situación económica acelerará su deterioro a partir de mediados del 2010 porque será entonces cuando se habrá alcanzado la masa crítica para que se produzca el derrumbe.

En parte ello será debido a que lo que está sucediendo en estos meses (a partir de Septiembre del 2010) en nada se asemeja a lo que sucedió en 1991 o el 2000, lo que hará que las respuestas -las reacciones, más bien- de las instituciones, las entidades financieras, las compañías y las personas vayan siendo muy diferentes a las se dieron en estas dos recesiones. (Simplemente puede atenderse a un dato: el volumen de deuda de las entidades financieras, de las compañías no financieras, de las familias y de las personas físicas).

Ello irá realimentando un proceso que irá calando en la estructura económica y afectará a sus actores: la actividad económica se irá enlenteciendo, lo que afectará a su comportamiento, desencadenándose reacciones implosivas de tipologías nuevas que no se dieron en momentos recesivos anteriores. (La lectura final indicará una deflación, claro, pero tan significativo como la deflación en sí será el proceso por el que se ha llegado a ese estado: más que por un crash, por un desmoronamiento a cámara lenta).

Llegados a ese momento en el que la estructura no pueda sostener la masa crítica se producirá el derrumbe y el inicio de la verdadera crisis. Si, además, se produce algún hecho extraordinario como el apuntado (en realidad no demasiado extraordinario atendiendo al ambiente existente en Oriente Medio), el hundimiento resultante puede ser descomunal.

Vuelvo a repetir lo que no me canso de repetir: en economía lo auténticamente importante es la tendencia. Por encima de que la evolución del PIB se sitúe en tales o cuales porcentajes, lo que debería considerarse es que la tendencia no tiene, necesariamente, que ser: ‘caída – recuperación’ -que es la que se está mayoritariamente contemplando-; sino: ‘caída – caída mayor – estancamiento – recuperación’.

Hay elementos que ya avalan el no comportamiento de las cosas como en pasadas recesiones, posiblemente uno de los más significativos sea la demanda de tipos de interés reales negativos por parte de generadores de oferta con el argumento de que el consumo aumentará al ver los consumidores que su dinero cada vez tiene un menor valor. Ese razonamiento parte del hecho de que la situación que hoy estamos viviendo es semejante a lo sucedido en pasadas recesiones, y eso, entiendo, no es así: la situación actual es parte de una crisis sistémica, y los comportamientos no tienen porque mimetizarse con respecto a pasadas recesiones: los tipos reales pueden llegar a ser negativos y el consumo reducirse más ante la incerteza de la población en el futuro.

Sorprende, también, el conjunto de medidas que todos los Estados están adoptando a fin de tapar agujeros y mantener la situación bajo un cierto manto de tranquilidad; política que, en el fondo pone de manifiesto la no existencia de un verdadero plan (de un manual actualizado), algo que tampoco se dio en recesiones anteriores: el manual al uso funcionó.

Paralelamente, hay quienes sí tienen muy claro la dirección hacia la que apuntan las cosas. Los mensajes pueden ser unos, pero lo que hay detrás es otra cosa: nada va a ser igual a partir del 15 N: en Washington se ha procedido a la inauguración de una nueva fase y los resultados de lo ya se ha puesto en marcha los veremos en un par de años, tal vez un poco antes. Será una nueva estructura financiera, no un apaño; será técnica, no política; será como tenga que ser, no teniendo que cumplir unos parámetros estéticos; será para la crisis, y para lo que venga después; y no será para la eternidad: nos hallamos en una transición sistémica.

De momento, el día 13: una muestra de lo que va a venir: los Masters of the Univers convocados en Washington, y un mensaje: ‘Uds. ya no son necesarios, lo han sido, ya no; vayan recogiendo sus cosas. Gracias, y adiós’. ¿Se apuestan un café a que el papel de los hedge funds va a ir a menos, menos, menos y que dentro de tres o cuatro años serán, tan sólo, un párrafo en las crónicas (electrónicas, claro) de la época

(De todos modos, y a pesar de que la mayoría de expertos crean, con toda la profesionalidad de que son capaces, que lo que ahora está sucediendo es una recesión ‘convencional’ y que tras unos cuantos trimestres todo volverá a ser más o menos como antes, bastantes de ellos, cuando el tiempo demuestre que las cosas han sido muy diferente a como ellas/os manifestaron, exclamarán algo parecido a: ‘Lo ven: ya lo decía yo’. Uds. lo oirán, y lo verán: siempre sucede).

(Echen un vistazo a esto: ªPrices May Have Tumbled as Economy Sank: U.S. Economy Preview” (http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087&sid=aTxtStJrKGr0&refer=home); y eso que aún, ni ha pasado nada, ni está pasando nada).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

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